Si Miguel Hernández viviera aún, si no hubiera muerto como un perro en las cárceles franquistas, enfermo de tuberculosis aquella noche del 28 de marzo de 1942, con 31 años, tal vez habría acudido a la huelga general del 29-S. Eso argumenta el PCE.
El obrero de la poesía, el pastor que «unió la pluma con el fusil» habría continuado con su «poesía combativa y esencial». Su corazón y su palabra serían aún comunistas. Militante y miliciano. Eso argumenta el PCE.
Por eso, por su genoma comunista, el poeta recibió este sábado un homenaje de los suyos. Del Partido Comunista de España (PCE), que ha bañado su 33ª fiesta -empezó el viernes y acaba hoy domingo, con más de 8.000 asistentes, según la organización- de Miguel Hernández y de huelga. La suma de ambos impregnaba el parque Dolores Ibarruri de San Fernando de Henares (Madrid), un municipio gobernado históricamente por el partido e IU desde las primeras elecciones, las de 1979.
«¿Qué hubiera escrito hoy Miguel Hernández? ¿Dónde situaría su mirada?». La pregunta iluminó el arranque del intenso homenaje que el PCE prendió para el poeta en el centenario de su nacimiento (Orihuela, 1910-Alicante, 1942). Tenía delante a su familia: su nuera, Lucía Izquierdo, y su nieta, María José Hernández. Replicaron de forma sucesiva todos los que subieron al escenario: actores, intelectuales, cantaores, políticos. Y la respuesta estaba en sus textos, aquellos por los que el franquismo le acusó de sedición. Ahí quedaron sus obras Viento del pueblo, El rayo que no cesa… Paco Algora, Emma Cohen, Omar Felipe, Marta Sanz, Felipe Alcaraz, Manuel Gerena o Marga Sanz fueron recordándole con sus poemas. Custodiando su memoria. Subrayando su ideología.
Un carné de 2010
«Este año le han hecho regresar despolitizado. No hay nada que celebrar. A Miguel lo están matando por segunda vez. Se dice que era un gran hombre, pero nunca se dice que era comunista», clamaba David Becerra, autor, con Antonio Antón, de Miguel Hernández. La voz de la herida (Fundación de Investigaciones Marxistas, 2010), una biografía contra esa segunda muerte del poeta. «Le ofrecieron muchas cosas para salir en libertad. Renunció porque quería ser fiel a sí mismo», imprecaba a sus 90 años Marcos Ana, otro poeta comunista que sufrió las rejas franquistas durante 23 años. Ana rememoraba otro homenaje a Hernández: el que él y otros presos políticos hicieron en los años sesenta (en el 50º aniversario) en el penal de Burgos. A escondidas, con el peligro susurrando en el cogote, interpretaron un poema colectivo, Sino sangriento.
«Es importante que sintamos el orgullo de ser comunistas. Debemos hacer un homenaje a Miguel el 29-S y después». José Luis Centella, el líder del PCE, proclamó la suma del poeta y la huelga. La misma que suscribió la nuera, Lucía, que recogió de manos de Centella el carné del partido con fecha de 2010, como un «inmenso honor», porque él «estaría orgulloso». «Pero no tengáis miedo. No van a matar a Miguel de nuevo. Tiene a su familia», resaltó, refiriéndose a la batalla que ahora libra en el Tribunal Supremo para que se anule la condena al poeta. Y si se frustra, irá a Estrasburgo.
Después sonó Para la libertad, el mítico poema que Serrat musicalizó, cantado ayer por Susana Oviedo. Y La Internacional, claro. «Ha sido el mejor homenaje a mi abuelo confesaba su nieta, María José. No es un acto hecho con interés. Él era comunista, el poeta del pueblo».
A la hora de la comida, militantes y no militantes paraban en las casetas del parque. Taberna andaluza y madrileña, puestos de libros en los que triunfaba el poeta. Comedor cubano, árboles y muros forrados con la bandera del Che Guevara, calcetines republicanos a la venta para responder a la visita del Papa. Jóvenes y mayores, niños en sus carritos entre la explanada de tierra y poco verde. Familias enteras como la de Carmeli, de más de 20 personas. «Jamás nos hemos perdido una fiesta. En los primeros años había más complicidad, generosidad. Te transmitías el sentir comunista con mirarte a los ojos». «Es la fiesta popular de Madrid, de la izquierda no sectaria, y en la que debería tener más presencia incluso la memoria histórica», apuntaba Mirta Núñez Díaz-Balart, profesora de la Universidad Complutense especialista en la represión franquista, que se declara más partidaria de otro estilo de comunista, el de Gaspar Llamazares. Otros defendían a Julio Anguita.
Críticas a los sindicatos
Enrique Domínguez no para de bufar contra los sindicatos: «Son unos falsos, unos hijos de puta». Aunque ahora toca estar todos a una, los hay que no ocultan su pesar por la «tardanza» con la que CCOO y UGT convocaron la huelga. «La derrota de los trabajadores ya está hecha. Han estado mucho tiempo sin hacer nada por plegarse al Gobierno», dicen Beatriz y Marta, igual que sostienen otra pareja, Elena y José. Carlos y Clara, jóvenes militantes, defienden que el 29-S sí es útil, incluso para el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, para movilizar a la izquierda. Humberto García llama a que los pensionistas como él hagan un «paro cívico»: que no compren, que no hagan gestiones, que se sienta la huelga.
El ambiente se fue caldeando. Al borde de las 20 horas, los mítines (que no coloquio, como se anunció) de los líderes del PCE, IU, UGT y CCOO: Centella, Cayo Lara, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. Fueron recibidos con gritos de «¡Cayo, presidente!, ¡Zapatero, dimisión! y ¡Huelga, huelga, huelga!». Enseguida se palpó que los sindicatos y el PCE e IU han culminado su acercamiento tras años de brumas. «Estáis en vuestra casa», les presentaba con afecto la dirigente Marga Ferré, responsable también de Elaboración y Propuesta Programática de IU. «Se hacía inexcusable un acto como este en la fiesta del PCE, con cuatro organizaciones que han hecho este país más fuerte y más libre para los trabajadores, cuatro organizaciones que harán que se pare el mayor ajuste social de la historia de la democracia». Las ovaciones se repitieron cuando se recordó al ex secretario general de Comisiones Marcelino Camacho, ya muy enfermo.
Méndez y Toxo se reconocieron como «camaradas», destacaron su «satisfacción» por acudir a la fiesta del partido, para explicar las razones de la huelga general del 29 de septiembre. «Hemos sentido la proximidad de IU y del PCE a lo largo de todo este tiempo de crisis. Estamos tremendamente cómodos», cumplimentó el líder de CCOO. Centella y Lara incidieron en el combate al Gobierno y a su reforma laboral, en la necesidad de «rescatar la democracia». «Aquel Zapatero que respondía al ‘¡No nos falles!’ ha fallado a la gente que le votó, tiene el síndrome de Estocolmo de la banca y parece abducido por la banca y por [Nicolas] Sarkozy [por su apoyo a las expulsiones de gitanos]», proclamó el secretario general de los comunistas. El coordinador de IU repitió la imagen de un Ejecutivo «de rodillas frente al poder financiero» y de un presidente remiso a enmendarse: «Zapatero cogió una linde y, como los tontos, cuando se acabó la linde, siguió andando», dijo, bufón. Ninguno de los dos dirigentes coreó el atronador «¡Zapatero, dimisión!».
«Tenemos la razón democrática, de la justicia, la convicción ante los que han perdido la razón y los que defienden la sinrazón […]. Este es un envite al conjunto de la democracia. Nos la jugamos todos. Puede ser un punto de inflexión, de cambio de rumbo de los acontecimientos. La gente puede ser paciente, pero no traga, no traga, no traga», gritó Méndez, muy aplaudido por la platea, atestada (con dirigentes de todas las familias de IU, por cierto).
No se le vio al líder de UGT a disgusto. Todo lo contrario. Él mismo rememoró que era la segunda vez que intervenía en una fiesta del PCE. La primera fue en el histórico escenario de la Casa de Campo de Madrid, en una mesa redonda con el escritor Manuel Vázquez Montalbán. De aquella ocasión y de la de ayer mantendría un «recuerdo imborrable». Méndez también aludió a Miguel Hernández: «El mejor homenaje al poeta del pueblo es un acto sobre la huelga general», señaló.
«Es la huelga contra la resignación y la impotencia, y la vamos a ganar. ¡Que el presidente tome nota de lo que le pasó a Aznar y González, que tuvieron que rectificar!», secundó Toxo. Los responsables de CCOO y UGT criticaron con dureza al Gobierno, pero sin nombrar a Zapatero por su nombre. No importaba. El público se enardeció. No abucheó en ningún momento a los líderes sindicales. Palmeaba, gritaba por la huelga, por los derechos de los trabajadores. Quizá con la angustia de que ahora o nunca.
La triple R: resistentes, revolucionarios, republicanos
El día concluyó con el mitin interno, el de los dirigentes Julio Setién, alcalde de San Fernando; Cristina Simó, secretaria de la Mujer del PCE; José León, secretario general de las Juventudes Comunistas (UJCE); Daniel Álvarez Morcillo, máximo responsable de los comunistas madrileños, y Centella. El líder del partido repitió las mismas claves, pulió la alternativa social anticapitalista, profundizó en la feminización de la crisis (cómo ataca más a las mujeres) y anunció que 2011, en el 90º aniversario de la unificación del Partido Comunista Español y del PCOE (las dos formaciones que, juntas, darían lugar al PCE), sería «el año de la reivindicación» del papel del partido y de los comunistas en la historia de España.
En el pecho muchos peceros llevaban prendida una chapa con una triple R. La idea se la brindó al PCE el pintor Juan Genovés, el autor de El abrazo y también de la última portada de la revista comunista Nuestra bandera. Es la R de republicanos. La R de revolucionarios.Y la R de resistentes. Resistentes, reiteraban en el partido, como Miguel Hernández, que nunca renegó de su ADN comunista aunque ello le costase la cárcel. Y hasta la muerte.