En 1945, años después de acabar la Guerra Civil española y en plena represión del franquismo, Esperanza Martínez vivía con su padre y cuatro hermanas en Atalaya de Villar del Saz, un pueblo de la serranía de Cuenca.
El padre, su cuñado y todas las hijas decidieron ayudar a los guerrilleros antifranquistas. Para ello, Esperanza tenía que recorrer con una burra los 15 kilómetros que la separaban de la capital, hacer acopio de víveres y entregarlos, con mucho peligro y entre todas las precauciones, a los guerrilleros.
Las cosas empeoraron, el peligro para ellos aumentó y el 18 de diciembre de 1949 la familia se unió la guerrilla. El padre y su cuñado fueron fusilados y ellas pasaron a Francia. Esperanza fue detenida tiempo después y pasó 15 años en la cárcel.
Ahora ha escrito un libro titulado «Guerrilleras. La ilusión de una esperanza», en el que cuenta sus peripecias y las de otras muchas mujeres como ella. Lo ha presentado este lunes en Madrid.